Te dije que debíamos ser pacientes; ante todo; ante nosotros.
Dejaste pasar las horas en palabras amargas y caricias ¿tersas?
Mentes en blanco pisando sobre cálidos naranjas abstractos.
Te dije que debíamos ser pacientes; en ti; en mi.
Teníamos tanto para nada,
y nada para todo.
Dejamos que se nos escurriera por entre los dedos.
Nos empapamos de sudor salado y dulces,
pero tristes, azules.
Manchamos las corazas mentoladas de nuestras risas.
Nunca hubo un antes,
y ahora tus mentiras se activan cual rociador.
Búscame en las noches,
en las velas,
en los libros manchados de tinta blanca.
Corroeme las venas.
Ya no tengo.
Autor: Martínez D.